Thalía Fuentes Puebla, Karina Rodríguez Martínez, Juan Emilio Calvo Ochoa, Abel Padrón Padilla, Enrique González Díaz (Enro), Yunier Sarmientos
Lisandra va cabizbaja en el P12 rumbo a Santiago de Las Vegas. Motivos sobran. Es ingeniera, tiene 28 años y la responsabilidad de un bebé de un año y medio. Piensa en que solo le queda un culero desechable para la noche, que no encuentra en ningún lado, que los pocos que aparecen están en 800 pesos y que un paquete no alcanza ni para medio mes.
Tiene que pagar 1500 pesos a una guardería particular porque aún está tramitando el Círculo Infantil, llevarle dos meriendas y almuerzo.
A eso se le suma los 250 pesos que paga cada cuatro días por el yogurt porque el niño no le gusta la leche, el resto de los alimentos y otras necesidades básicas como el transporte, los servicios o un paquete de pollo a 3 000 pesos. Lisandra es ingeniera, devenga alrededor de 6 000 pesos y ejerce la maternidad sola. Entre cálculos y cálculos se le va el mes, y la vida.
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La fecundidad en Cuba presenta valores muy bajos a partir de una transición demográfica acelerada, temprana y completa, refiere el artículo “Fecundidad cubana bajo la lupa” de la periodista Dixie Edith, publicado en Cubadebate.
Desde 1978 no se alcanza en el país la tasa de reemplazo poblacional; o sea, que por cada una mujer quede otra que la sustituya en el rol reproductivo.
Además, al cierre de 2020, la tasa de fecundidad alcanzó 1,52 hijos por mujer, menor a la de 2019 que fue de 1,57, confirmó en ese trabajo la doctora Matilde Molina Cintra, del Centro de Estudios Demográficos (Cedem), de la Universidad de La Habana.
La experta apuntó entonces que entre 2019 y 2020 disminuyeron los embarazos, sus interrupciones y los nacimientos por cada 1 000 mujeres de 15 a 19 años.
A su juicio, varias hipótesis podrían explicar este descenso entre ellas, la disminución de uniones y matrimonios, de la frecuencia de relaciones sexuales, así como un menor número de adolescentes que iniciaron su vida sexual en los años de pandemia.
Otro factor a tener en cuenta es que, según las estadísticas internacionales, una de cada 5 o 6 parejas sufre trastornos asociados a la reproducción y Cuba no está exenta a esta problemática.
No obstante, luego del reordenamiento monetario y la galopante inflación, la economía pasa a ser la principal causa por lo que las cubanas en edad fértil renuncian o postergan la maternidad y siguen priorizando, en la mayoría de los casos, los proyectos personales.
Pero, sin un incremento proporcional de los nacimientos, quienes envejezcan mañana o los que se jubilen no tendrán fuerza de trabajo joven que los sustituyan. La situación es alarmante.
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“Las dificultades de las madres en Cuba comienzan desde el minuto uno en el que te detectan el embarazo y no existen prenatales en las farmacias. Por otra parte, las carencias en la asistencia médica, porque si bien el médico que me realizó la cesárea programada― porque fue mi segundo bebé― era magnífico, enfrentan situaciones que se van de sus manos por la falta de insumos”, argumenta Rosario, madre de dos bebés de cuatro y un año.
Sobre este tema, según un sondeo de Cuba Joven, no son pocas las embarazadas que buscan con urgencia kit de cesáreas en los grupos de venta en las redes sociales, alegando que esos insumos están en falta en los hospitales, y en el mercado negro oscilan entre 3 000 y 5000 pesos, en dependencia del modelo y la calidad.
Una vez nacen, agrega Lisandra, las dificultades se multiplican desde el precio de la canastilla, la cuna, el coche, la malanga a 120 pesos la libra, el precio de las frutas y vegetales para que ese niño tenga una dieta balanceada.
“La alimentación, la manutención, la recreación y el esparcimiento infantil, el transporte. Todos de un modo u otro atentan contra una infancia más feliz. Y no, no me refiero a ser más rico o más pobre, de menor o mejor adquisición, pero es indiscutible que trasladar a un niño con el transporte tan malo, lejos de ser un paseo se convierte en una tortura.
Y si los niños son de mal comer (como lo es la mía) es terrible variar el alimento. Sin contar que la visto con ropas de segunda mano, venta de garaje para ser más precisa”, dice Verónica, madre de 25 de una niña de cuatro.
Para mí sigue siendo una asignatura pendiente el tema de las licencias de maternidad y lo que representa ahora mismo el 60 por ciento del salario de un profesional, enfatiza Rosario.
Además, agrega: “El tema económico es uno de los retos más grandes que tiene la maternidad ahora mismo. Ese cliché de que el hombre sea quien esté a cargo de la de la manutención económica de la familia, es por esos bajos montos, porque si mi licencia de maternidad representara un poco más, tal vez mi esposo no tendría que estar trabajando de la forma en que lo está haciendo y podría implicarse un poco más en la paternidad”.
Leidys, madre de una niña de poco menos de dos años, dice que la situación está muy difícil porque no están a la mano, ni en cantidad ni en precio, cosas elementales que se necesitan.
“Desde que estás embarazada empiezan los problemas porque es prácticamente imposible llevar una alimentación variada, además de la canastilla, donde la estatal que te corresponde no siempre tiene todos los productos que te son asignados en ese tarjetón. No existen los metros de tela antiséptica, ni la cuna, ni el colchón. Entonces, todos esos productos los tengo que buscar en un mercado paralelo, un mercado negro, donde encuentras muchas veces lo que te dejaron de vender en la propia canastilla estatal”, se cuestiona Leydis.
Más allá del tema económico y de esas carencias que siempre logra suplir “comprando a los revendedores”, o con la ayuda de alguna amistad, a su juicio, la verdadera dificultad que implica la maternidad en la Cuba es una carencia generacional, de emociones, de entender que maternar significa otras cosas que la sociedad de hoy no está preparada para asumir.
“Me preocupa la educación emocional, la del entendimiento de determinados profesionales, personas que de alguna manera tienen que ver con la crianza de mi hija que no comprenden cómo yo quiero que mi hija se eduque, desde el respeto y la tolerancia”.
Entre las dificultades, Leydis señala el acceso al círculo infantil de las madres trabajadores cuando expira la licencia de maternidad y que muchas tienen o que buscar una guardería no estatal, depender de terceras personas o pedir licencia sin sueldo.
A Diana, bióloga de 28 años, lo que más le afecta, además de la escasez de culeros y toallitas, son los precios de la comida y de las confituras que, aunque no sean necesidades básicas de los niños, son cosas que también les hace falta en su desarrollo. “Como está la situación ahora mismo, no me planteo la posibilidad de tener un segundo hijo, aunque me gustaría”.
De todas las carencias que hay ahora mismo lo que más siente Rosario y lo que más le afecta es en el plano emocional, que sus hijos no puedan tener la misma infancia que pudo tener ella.
“No me refiero a nada material, sino a que uno pueda decir me voy para la playa, a un parque. Todo está muy difícil y uno debe poner la lista de prioridades la alimentación, comprar medicinas porque, aunque ir al hospital y que te atiendan es gratis, muchas veces no existen los medicamentos y hay que conseguirlos por la izquierda.
“Eso no es un secreto, todo el mundo sabe que existen personas que los importan y los venden, y si tú decides comprar esa medicina, no puedes llevar al niño a un lugar a pasear o a la playa, por ejemplo, que ahora los asientos están casi en mil pesos, y si mi licencia de maternidad son 2 500 pesos, no puedo pagarlos”.
Maternidad- trabajo y el apoyo familiar como centro de todo
La psicóloga Roxanne Castellanos Cabrera aseguró que, para una mujer joven, la crianza es un reto, obviamente. En primer lugar, dijo, es un de rol de mucha responsabilidad. “Si se es consciente de eso significa una situación retadora, porque, además, simboliza un viraje completo en como transcurría su vida hasta ese momento”.
Agregó que ser madre implica repensarse el proyecto de vida, por ejemplo, si hay que colocarlo en el medio de estudios no concluidos o de un proyecto laboral. “En muchas ocasiones se tiene trazado un camino y hay que recolocar y hacer una pausa, porque además la maternidad implica un primer periodo de estar concentrado, durante un año, atendiendo al bebé y hay que detener todos nuestros planes de vida”, indicó.
De acuerdo con Castellanos Cabrera, la preparación psicológica que ha tenido la mamá también es importante. “Se puede ser una madre joven y tener deseo de serlo, y así es más fácil recolocarlo en el proyecto de vida. Sin embargo, a veces las mamás no son tan jóvenes y no están preparadas para la maternidad”, acotó.
Otro elemento interesante en el análisis de la maternidad es el acompañamiento del padre del futuro bebé. Sobre el tema la psicóloga consideró que la cuestión de que el papá está o no depende de cómo se conciba el proyecto de la maternidad. Añadió que existen mujeres que toman la decisión de tener a sus hijos sin el acompañamiento o apoyo paterno, otras lo idean dentro de una familia o un matrimonio.
“Ahora en términos de red de apoyo esto si es importante. No contar con una familia u otras personas que funjan como red de apoyo es verdaderamente un problema para la crianza” indicó.
La profesora titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana y directora del Centro de Orientación y Atención Psicológica de dicha facultad explicó que la crianza tiene muchas exigencias que, para una madre sola y además joven, puede pues ser realmente fuerte y complicado.
En cuanto a la formación de los hijos, ser madre joven no tiene porqué significar una mala educación. Todo depende del auténtico compromiso y amor que tengan los padres.
“Las madres jóvenes pueden buscar preparación sobre los temas que tienen que ver con la crianza, la psicología infantil, la nutrición, la lactancia, todo lo que lo que pueda requerir”.
Verónica ejerce la maternidad sin una red de apoyo y considera que la relación trabajo-crianza es bien difícil, sobre todo porque al desempeñarse tanto en una, la otra se queda rezagada. “Muchas veces siento que no soy mejor madre porque trabajo demasiado. Y si, por h o b mi hija se enferma y dejo el trabajo de lado, pues yo misma me autocrítico duramente al no poder estar al 100% en mi condición de trabajadora”.
Leidys, por su parte, siempre ha contado con la ayuda de la familia, desde la alimentación, la canastilla que fue hecha por su madre. “Cada cual tiene su casa, sus problemas y sus propias necesidades, pero siempre he contado con su apoyo en algunos momentos puntuales”.
Rosario, por estar aun de licencia de maternidad, agrega que todo el peso recae en su esposo. No obstante, y pese a estar menos tiempo en casa se implica con la crianza de los hijos.
“Con la situación actual, si no tienes el apoyo familiar o alguien que te respalde económicamente, no te puedes acoger a la licencia y te tienes que incorporar a trabajar”.
Como tiene un trabajo flexible que le permite un horario abierto, Leydis se incorporó al trabajo desde que su hija tenía tres meses. “Fue complicado muchas veces. Mi hija iba para el trabajo, dormía en mi oficina”.
El futuro…
La maternidad es difícil y de eso están conscientes todas las madres jóvenes entrevistadas para este reportaje. “Implica sacrificio, renunciar a ciertas cosas. Tienes que estar bien segura a lo que te vas a enfrentar, porque esto es algo para toda la vida. Es bastante hermoso, pero también duro y a veces tienes que decir ‘mi vida profesional ahora va a estar en pausa y no sé cuándo la vuelva a retomar’”, reflexiona Rosario.
Además, sostiene el criterio de que ante todas estas dificultades la maternidad en Cuba está corriendo un peligro.
“Tengo muchas amigas que no quieren tener hijos y otras que dicen que se van a quedar con uno solo. Con mi segundo hijo las cosas han fluido mejor porque tengo la experiencia previa y se lo que realmente es importante y en lo que hay que gastar el dinero. Así logro un equilibrio”.
Verónica, por su parte, siempre he querido tener dos hijos. “Soy de la creencia de que los niños vienen con un pan bajo el brazo y que a veces queremos darles a los bebés mucho más de lo que necesitan. Mi hija, que nació en 2017, tuvo de todo, y a medida que iba creciendo muchas veces pensé que objetivamente solo necesité del coche y la cuna. Un bebé necesita alimentos variados, medicinas, y crecen tan rápido que la ropita se les queda en par de meses. Si ahora mismo supiera que estoy embarazada, sé que lo tendría, pero se me ponen los pelos de punta con solo pensar que la libra de malanga está en 120 pesos”.
Para Leidys, la posibilidad de tener un segundo hijo no existe en los próximos años, porque mientras más se recrudece la situación económica, más trabajos hay que tener y eso implica menos tiempo para estar con su hija.
“No estoy dispuesta a en las condiciones que hay hoy en este país, tener otro hijo porque eso significaría restarle tiempo a la ya está y a mi calidad de vida que también es muy importante”.
La joven insiste en que a la par del mejoramiento de la situación económica, debe existir un cambio de mentalidad, una voluntad desde el Estado, del sistema de Educación, de acabar con esa brecha de desigualdad que siempre ha existido, pero en los últimos años se ha abierto aún más.
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Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate
En el 2021 residían en Cuba 11 113 215 personas, 68 380 menos que en el 2020, según el Anuario Demográfico de la ONEI. En el 2021 la tasa de natalidad mostró su menor número en los últimos 55 años: 8.9 por cada 1 000 habitantes.
Como el país no cuenta con un reemplazo generacional desde 1978 porque la Tasa Global de Fecundidad es menor a 2.1 hijos por mujer, el Gobierno cubano ha reiterado en varias ocasiones la necesidad de atender las causas de la problemática como las carencias económicas, la migración y el limitado acceso a la vivienda. Pese a esa voluntad, la inflación crece a la par del precio de los productos de primera necesidad. Un paquete de galletas pequeño ronda los 100 pesos y una lata de refresco, 150, por solo citar dos ejemplos.
Hay que ser más proactivos, urge atender el tema porque el país envejece y con él mueren las esperanzas de una parte de la población. Miremos el asunto con lupa, y garanticemos una red de apoyo, tanto desde el punto de vista económico como psicológico, para que las madres no conviertan su día en una angustia entre carencias y cuentas matemáticas.