Las experiencias de maltrato durante la infancia se han relacionado clásicamente con el desarrollo de trastornos mentales, tanto al principio de la vida como en la edad adulta. Asimismo, aquellas personas con diagnóstico psiquiátrico que refieren haber sufrido maltrato durante la infancia constituyen un subtipo de pacientes clínicamente distinto con peor pronóstico. En concreto, suelen presentar un inicio más temprano del trastorno mental, una sintomatología más grave, mayor comorbilidad, peor respuesta al tratamiento psicológico y farmacológico, así como más tentativas suicidas y periodos más largos de hospitalización.
Un nuevo estudio corrobora la existencia de alteraciones neurobiológicas en etapas tempranas del desarrollo en menores de edad expuestos a maltrato. El trabajo tiene como primera autora a la investigadora Laia Marques Feixa, de la Facultad de Biología en la Universidad de Barcelona (UB).
«Aquellos niños, niñas y adolescentes que han sufrido maltrato infantil por parte de adultos muestran alteraciones, ya en edades tempranas, en el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA), uno de los principales mecanismos biológicos de regulación del estrés», explica Laia Marques, que es miembro del Grupo de Investigación en Genes, Ambiente y Desarrollo que lidera la catedrática Lourdes Fañanás Saura, del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Biología de la UB. «Además —añade—, se ha observado una relación dosis-efecto, de manera que aquellos niños y niñas que han sufrido experiencias de maltrato más graves muestran mayores alteraciones en el funcionamiento de este eje».
A diferencia de otros estudios, la nueva investigación también incluye la frecuencia de la exposición al maltrato como una variable de riesgo que es necesario tener en cuenta. El trabajo demuestra que, en aquellos sujetos que habían estado expuestos a maltrato infantil durante más tiempo, existía una mayor disfunción en el eje HHA, independientemente de la severidad de las experiencias sufridas.
«Investigaciones anteriores en adultos constatan una clara relación dosis-efecto entre las experiencias adversas y el riesgo de trastorno mental», declara Lourdes Fañanás Saura, investigadora principal del Grupo de Investigación G8, del CIBERSAM (Centro de Investigación en Salud Mental, que forma parte del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER)) en España. «Sin embargo los estudios en población infantojuvenil son más escasos y están centrados únicamente en los casos más graves, con niños y niñas atendidos por servicios de protección al menor». Además, los mecanismos neurobiológicos subyacentes a esta asociación permanecen en gran medida sin describir.
Laia Marques y Lourdes Fañanás explican que «los niños, las niñas y los adolescentes con historia de maltrato expresan mayores niveles de ansiedad y muestran una hiperactivación en el funcionamiento basal diurno del eje HHA, con unos niveles elevados de cortisol por la noche». La hipercortisolemia es un factor de riesgo bien conocido y, según estas investigadoras, «podría suponer una hiperactivación del estado de vigilancia en estos infantes y adolescentes, provocando disfunciones en el ciclo de sueño-vigilia, entre otros efectos».
En este estudio han participado niños, niñas y adolescentes con y sin trastornos mentales, expuestos y no expuestos a maltrato infantil. Los participantes fueron estudiados mediante el Trier social stress test for children (TSST-C), una prueba de estrés agudo que permite explorar la reactividad del eje HHA frente a situaciones de estrés psicosocial. Tal y como indican las investigadoras, «mientras que los participantes sin historia de maltrato (con o sin psicopatología) presentaban un aumento de los niveles de cortisol después del estresor agudo (como era de esperar), los niños, niñas y adolescentes con historia de maltrato mostraron un eje HHA aplanado e hiporreactivo frente al factor estresor».
Sin embargo, estos niños y niñas manifestaban niveles de ansiedad elevados, mostrando una clara disociación entre su percepción subjetiva del estrés y su respuesta biológica. «Esta falta de plasticidad en los sistemas biológicos podría tener implicaciones clínicas importantes que dificultarían la capacidad de manejar y activar procesos internos para hacer frente a situaciones de estrés futuras de forma óptima», aseguran las investigadoras. «Este hecho constituiría, por tanto, un factor de riesgo para desarrollar trastornos de la conducta o distintas psicopatologías», concluyen.
El maltrato infantil es un reconocido problema de salud global que está asociado también a muchos otros problemas médicos. Deberían considerarse las experiencias de maltrato en la historia clínica de los pacientes, especialmente en los niños, niñas y adolescentes expuestos a trauma complejo, ya que ello explicaría aspectos esenciales de la respuesta al tratamiento y del curso de la enfermedad. La detección y prevención temprana del maltrato infantil debería ser un objetivo contemplado en los sistemas educativos y sanitarios, y también un motivo de preocupación de toda la sociedad.
La nueva investigación se enmarca en un proyecto financiado por el Instituto de Salud Carlos III en España y liderado por la catedrática Lourdes Fañanás Saura, de la Universidad de Barcelona. Se ha desarrollado en colaboración con investigadores de seis unidades de psiquiatría infanto-juvenil. En concreto, las del Complejo Asistencial Benito Menni (Sant Boi de Llobregat), el Hospital Clínico de Barcelona, el Hospital General Universitario Gregorio Marañón (Madrid), el Hospital Universitario Puerta de Hierro (Majadahonda), el Hospital Universitario de Araba – Santiago Apóstol (Vitoria) y el Hospital de Día para Adolescentes de Gavà, de la Fundación Orienta.
El estudio se titula «Childhood maltreatment disrupts HPA-axis activity under basal and stress conditions in a dose–response relationship in children and adolescents». Y se ha publicado en la revista Psychological Medicine. (Fuente: UB)