Dr. Leonel Argüello Yrigoyen, médico Epidemiólogo
Un evento traumático suele ser inesperado, inevitable y peligroso, implica la exposición directa o a través de otra persona a una amenaza real o percibida de muerte, lesiones graves o violencia, como, por ejemplo, accidentes severos, incendios, robos, agresiones físicas, ataques terroristas, desastres naturales y cualquier forma de violencia sexual y de género. Algunos pueden experimentar angustia psicológica y sentimientos de shock inmediatamente después de un evento, pero eventualmente se adaptan bien a la vida diaria. Otros pueden tener reacciones de estrés postraumático intensas y persistentes que interrumpen su capacidad para funcionar en el día a día.
Cuando nosotros o alguien que conocemos experimenta un evento traumático o una crisis, nuestro cuerpo y nuestro cerebro entran en alerta máxima. Se liberan sustancias químicas y hormonas del estrés para prepararnos para hacer frente a la amenaza, aumenta nuestra respiración, ritmo cardíaco y nivel de azúcar en la sangre. Este proceso de respuesta al estrés está diseñado para protegernos y funciona muy bien.
Sin embargo, experimentar este tipo de reacciones puede resultar muy incómodo, intenso e incluso abrumador. Puede sentirse más nervioso, alerta, ansioso, sensible, emocional o irritable, con dificultad para relajarse y dormir, insomnio, sueños o pesadillas porque nuestro cerebro está trabajando duro para procesar los eventos estresantes.
También es común tener pensamientos negativos, dificultad para enfocarse y concentrarse, malestar estomacal y cambios en el apetito, náuseas, diarrea, estreñimiento, dolores y tensiones musculares, conductas compulsivas (como morderse las uñas), mareos, opresión en el pecho y dificultad para planificar o tomar decisiones. Muchas veces, las personas evitan pensamientos, sentimientos o situaciones relacionadas con el evento y se alejan de amigos y familiares, sintiéndose culpables, impotentes o desilusionadas. Además, pueden enfermarse con mayor frecuencia debido a un sistema inmunológico debilitado o aumentar el consumo de alcohol y otras sustancias.
Es fundamental entender que cada persona reacciona de manera diferente a un evento traumático. Las reacciones emocionales y físicas varían según la personalidad, las experiencias previas, la capacidad de afrontamiento y el entorno de apoyo. Sin embargo, si los síntomas persisten por más de tres meses y revives el trauma repetidamente a través de recuerdos o pesadillas, pierdes interés en actividades cotidianas o te aíslas, experimentas falta de emoción o una sensación de “desactivación”, o tienes alteraciones en el sueño y dificultades para concentrarte, es crucial buscar ayuda profesional.
Si conoces a alguien que está pasando por un trauma, es importante escuchar sin juzgar, ofrecer apoyo emocional y sugerir que reciba atención profesional si sus síntomas persisten. Recuerda que enfrentar un evento traumático puede ser abrumador, pero la recuperación es posible con el tiempo y el apoyo adecuado. El camino hacia la mejoría puede incluir el uso de técnicas de afrontamiento, terapia cognitivo-conductual y el fortalecimiento del sistema de apoyo social.