Arte de leer | Ana María Oviedo Palomares abraza a Palestina
La distancia geográfica no es excusa para dar aliento a un pueblo que está siendo sometido
La sensibilidad de los poetas muchas veces excede los ámbitos del arte. Sobre todo cuando ocurren injusticias por parte de poderes hegemónicos, que someten a los pueblos al asedio y los despojan de sus territorios legítimos.
Es así como los versos se utilizan en cantos de solidaridad, líricas sentidas que alzan su voz como arma de combate:
BELÉN
Mi madre
dice que hace más de dos mil años
una estrella
iluminó durante días el cielo
después de un nacimiento
Aquí siguen naciendo niños cada día
Yo me pregunto si todos no merecen
la claridad,
su común lucero
Me responde
un resplandor de cohetes y misiles,
no traen mirra,
incienso ni oro.
Hace tiempo ya
no conocen más ofrenda que la guerra.
Ana María Oviedo Palomares, poeta, músico, docente, escritora y cultora venezolana, dispone su voz, manos y corazón con la intención de abrazar a mujeres, hombres, niñas y niños que son afectados por los componentes bélicos israelíes, que impactan en la tierra palestina con consecuencias incalculables. La poeta trujillana no es indiferente al conflicto causado por el sionismo que inició la cruenta guerra árabe-israelí.
La distancia geográfica no es excusa para dar aliento a un pueblo que está sometido por ejércitos de ocupación, donde la poesía se opone a la miseria causada por la violencia; donde las letras, los sentimientos y las nobles causas se conjugan:
Aquí desaparecieron las flores,
un pétalo es lujo de la imaginación.
Aquí desaparecieron los pájaros
Cuando tuvimos que dejar la casa
mi abuela llevó su jaula llena, único equipaje,
hasta que murieron como todos,
atragantados con el polvo de los edificios
cayéndose a pedazos después de las bombas.
Aquí llevamos el horror entre los brazos.
Al otro lado del mundo, cuando mucho,
una madre se conmueve frente al televisor,
pero luego se levanta,
y arrulla a su hijo sin que la voz le tiemble,
segura de terminar la canción.
Aquí hay poco espacio para la ternura,
y sin embargo mis palabras se doblan
como grandes racimos de frutas, cuando
pasa el muchachito de trece años, el que
lleno de fuerza y rabia
dispara un obús,
ya no tiene miedo, la primera vez gritaba sin parar,
como para aturdir con furia su alma mínima.
Hasta ayer su padre
besaba cada día sus mejillas y le esperaba
a la salida de la escuela.
Ahora ya no le espera más,
aunque a veces vuelve,
desconocido y descarnado.
El Estado de Israel mantiene un apartheid contra los palestinos. Los desaloja de sus tierras de origen, los colma de amenazas constantes, pretende robarles la esperanza:
Aquí no hay refugio posible.
El enemigo huele y detesta nuestras lágrimas.
El enemigo huele nuestras palabras.
El enemigo huele nuestra fe y se estremece en secreto.
El enemigo huele nuestro valor, en nada parecido a la resignación.
Nunca hemos visto sus ojos.
No tiene voz.
Está en todas partes, siempre cerca.
Llenó nuestra tierra de truenos amargos,
sin olor a humedad, sin lluvia,
puro ruido y resplandores nocturnos.
El enemigo comienza a tener pesadillas.
se multiplica pero
no para de caer
y todavía cree
que puede ganar esta guerra.
Desde la intimidad del espíritu y en la estancia de sus ámbitos materiales, Oviedo Palomares reflexiona sobre la realidad de los que viven bajo un cerco implacable:
AMARGO
Busco recetas de cocina
fáciles
sobre todo y más bien
baratas.
La televisión está encendida y la OMS
dice que tal vez no haya cura
definitiva y
debamos esperar a ser
un nuevo
rebaño.
Vuelvo a la receta una para
aderezar esta crisis que nos cala ya los huesos
desde que no tenemos mar
y nos han secuestrado el aire el de volar
y nos han hecho olvidar la tierra
y las semillas.
En la brisa de esta tarde una copa de agua
es un caracol
que reproducir el sonido del mar
en el patio de mi casa,
las cuatro paredes que resguardan el mundo.
“Pan sin huevo, sin leche, ni manteca”
Ah puede ser ese hay que
ahorrar comida así no salgo tanto
en la cuarentena
la televisión habla de los desahucios,
gentes debajo de los puentes y el frío,
pero el gas …
Tengo que encontrar un pan que se haga en el fogón,
en los campos de refugiados las carpas
no llegan a caparazón ni el cielo es techo,
la voz del programa
dice que no tienen que perder y
pienso que perdieron siempre,
perdieron desde su nacimiento
junto al lobo de la pobreza
qué metáfora manida,
minada,
lobo,
hiena,
lo encuentro
se puede hacer pan sin horno,
pan de sartén,
en un país del Oriente Medio ahora mismo
explota un hongo y es casi 6 de agosto
pero
después de que lo haga
estoy segura,
aunque acaban de rescatar a una muchacha
de entre los escombros,
será el pan más amargo que comí
alguna vez,
en fogón, sin huevos, sin leche, sin manteca,
pero con la sal, y el agua que no tienen allá,
allá en la inmensa geografía del desamparo
el pan más amargo de mi historia
culinaria.
Esa sistematización del horror, discriminada contra la gente oriunda de Gaza y Cisjordania, en la que desplazan a miles y miles de sus hogares, les derrumban sus casas, matan y violan los derechos más elementales, donde una Organización de Naciones Unidas no es capaz de detener un flagelo despiadado, el alma de la poeta les afrenta:
Una franja
Un trozo
Un pedazo
Lo que van dejando
Polvo
Pequeño territorio
que supera todas las medidas
del dolor
Es necesario que los pueblos del mundo se solidaricen con el dolor palestino. Que busquemos una fórmula para desmontar el poder de los capitales fácticos. Palestina resiste, con angustia, con desvelo, con una vida llena de dificultades, donde las niñas y los niños juegan en medio de los bombardeos. Mientras encontramos ese camino para un mañana distinto en el Oriente Medio, Ana María Oviedo Palomares nos deja una expresión de defensa:
Soy el guijarro recogido
en una calle del infierno
lanzado para empedrar el camino
de las buenas intenciones
vuelo sobre un muro
desde el otro lado
devuelven
fuego.
Ricardo Romero Romero | @ItacaNaufrago | artedeleer@yahoo.com
Ana María Oviedo Palomares (Valera-Venezuela, 1964)
Ha hecho de la música, la poesía y la cultura su oficio vital. Fundadora de la Red Nacional de Escritoras y Escritores Socialistas de Venezuela. Promotora y mediadora del libro y la lectura, coordinadora de la Bienal Nacional de Literatura Orlando Araujo en todas sus ediciones.
Ha publicado los libros: De fuego o de ceniza, 1997; Dominio oscuro, 1977; Flor de sal, 2003; Ruegos, 2004; Crueles, treinta y siete canciones y un poema de amor, 2007 y las antologías Dominio oscuro, 2007 y De fuego o de ceniza, 2019. Textos suyos aparecen además en diversas antologías y han sido traducidos al árabe, al italiano y al portugués.
Ana María desarrolla una estética de la ternura y hondo sentir hacia las causas justas y el bien común. Sus versos expresan al mismo tiempo solidaridad hacia los pueblos oprimidos y denuncia a los opresores. Su filosa metáfora resplandece en la oscuridad del desasosiego y se puede respirar el perfume del valor. Escuchamos en sus palabras la huida del enemigo. En estos poemas que ha querido compartir con nosotros, y desde los referentes de la cotidianidad, queda expresado el sufrimiento que padece Palestina como consecuencia del expolio y las atrocidades que contra ella comete el sionismo, pero también deja claro que este heroico pueblo, en medio de ese dolor, abraza la tierra tan profundamente como las raíces de sus centenarios olivos.
Los poemas publicados en este trabajo pertenecen a un volumen inédito que la autora le dedica a los pueblos palestino y saharaui.