La capacidad tecnológica humana de escrutar el cosmos está creciendo a niveles tan altos que ya comienza a ser plausible intentar ir un poco más allá de la búsqueda de señales inteligentes extraterrestres (SETI), que está limitada esencialmente a buscar pautas artificiales en emisiones de ondas del espectro electromagnético. El nuevo campo de búsqueda se centraría en buscar pautas artificiales en cuerpos físicos, a fin de discernir si el origen de tales cuerpos extraños o de algunas de sus estructuras es artificial.
Un ejemplo del tipo de trabajo al que se enfrentará esta clase de investigación se tuvo con la visita a nuestro sistema solar del asteroide interestelar Oumuamua, un objeto del todo inusual. Finalmente se confirmó que se trata de un cuerpo natural, pero la ciencia tuvo que enfrentarse a una situación desconcertante y compleja, para la que pocos investigadores estaban preparados. Las observaciones astronómicas revelaron características de Oumuamua tan extrañas que desafiaban todas las explicaciones convencionales. Eso situó a la comunidad científica ante el dilema de poder justificar la existencia de Oumuamua recurriendo exclusivamente a explicaciones que implicaban fenómenos naturales nunca antes vistos, o bien especular con la posibilidad remota de que Oumuamua fuese una antigua nave alienígena u otro objeto artificial extraterrestre, recubierto por el polvo cósmico acumulado durante muchísimo tiempo.
Un grupo de científicos ha decidido poner en marcha una iniciativa multiinstitucional e internacional para realizar investigaciones de este tipo y acumular experiencia. Esta iniciativa, el proyecto Galileo, la dirige el profesor Avi Loeb, de la Universidad Harvard en Estados Unidos, quien es conocido también por la gran popularidad que han logrado sus libros sobre los agujeros negros, las primeras estrellas, la búsqueda de vida extraterrestre y el futuro del universo.
Loeb también ha estado colaborando últimamente en el diseño preliminar de un observatorio de ondas gravitacionales que estaría situado en la Luna, el GLOC (Gravitational-wave Lunar Observatory for Cosmology).
El proyecto Galileo fue presentado recientemente al público con la colaboración de la Universidad Harvard.
Además de investigar cuerpos extraños a distancias interestelares, el proyecto Galileo también rastreará el espacio cercano a la Tierra, por si acaso hubiera algún objeto artificial no humano, activo o ya en ruinas, dejado intencionadamente allí por alguna civilización extraterrestre. Descubrir hipotéticos satélites artificiales alienígenas con tamaños de menos de 1 metro que pudieran estar observando la Tierra, por ejemplo desde órbitas polares a cientos de kilómetros de la superficie terrestre, puede resultar factible a partir de 2023 con el Observatorio Vera C. Rubin (VRO).
Los científicos del proyecto Galileo planean diseñar algoritmos avanzados y sistemas de inteligencia artificial que puedan ser instalados en telescopios, sin necesidad de que estén situados fuera de la atmósfera terrestre, para ayudar en las detecciones.
Si se diera el caso de que alguna civilización extraterrestre cercana a nuestro sistema solar emplease técnicas de camuflaje para evitar ser detectada, aún existirían algunas estrategias para detectar anomalías delatadoras en su planeta, si bien ello requeriría telescopios enormes y muy sofisticados en la Tierra.
En el proyecto Galileo solo se contemplarán las explicaciones de la “física conocida”. No se recurrirá a hipótesis sobre una “física alternativa”.
El proyecto Galileo no participará en intentos retroactivos de analizar imágenes o datos de radar que ya fueron investigados en su momento, ni especulará sobre avistamientos de objetos voladores no identificados ni otros fenómenos aéreos no explicados, ya que la especulación no conduce a explicaciones científicas validadas y basadas en pruebas.
El grupo de investigación del Proyecto Galileo tendrá como objetivo identificar la naturaleza de objetos interestelares similares a Oumuamua así como de otros objetos extraños, incluidos fenómenos aéreos no explicados, utilizando el método científico estándar basado en el análisis de datos científicos que se recogerán utilizando instrumentos fiables. Los análisis se realizarán con plena transparencia y los datos analizados estarán disponibles públicamente.
Tal como argumenta Loeb, la abundancia recientemente descubierta de planetas en las franjas orbitales de sus respectivos soles en las cuales el calor recibido de estos permitiría la existencia de agua líquida en la superficie de mundos bajo las condiciones adecuadas, hace que la comunidad científica no pueda seguir descartando como imposible la existencia de civilizaciones extraterrestres con un grado de desarrollo tecnológico que se manifieste con objetos artificiales o modificaciones artificiales de cuerpos naturales que resulten lo bastante grandes como para ser detectables por instrumentos situados en la Tierra o cerca de ella. Por ejemplo, algunos de los telescopios espaciales que entrarán en servicio en un futuro próximo, incluyendo el telescopio espacial James Webb (JWST), tendrán un poder escrutador sin precedentes. (Fuente: NCYT de Amazings)