Se le conoce como oportunidad perdida, cuando una persona visita una unidad de salud y no se capta de forma precoz alguna patología que puede tratarse prontamente, no impidiendo su evolución dañina y las complicaciones que pudiese traer.
Algunos ejemplos de oportunidades perdidas son: que usted visite una unidad de salud y no le tomen la presión arterial, no le midan la talla ni el peso, que no le revisen su carnet de vacunación o que no lo eduquen en salud. Por eso una máxima en salud es evitar las oportunidades perdidas, pues las mismas el paciente posteriormente las paga caro, por un descuido del trabajador y la institución de salud correspondiente.
Veamos ejemplos de la COVID-19 que son oportunidades perdidas: no asumir que estamos en epidemia; que han fallecido miles de personas que nunca deberían haber muerto porque eran prevenibles y probablemente curables; que tenemos nicaragüenses con covid persistente que presentan daños que les impiden llevar su vida normal: que seguimos sin una respuesta nacional conjunta de la sociedad civil y del gobierno contra la enfermedad que ha hecho el mayor daño en el mundo en los últimos 100 años; que no le digamos a la gente la situación real de la epidemia para que pueda valorar sus riesgos y tomar las medidas de prevención pertinentes; no se ha promovido la notificación de personas enfermas con COVID-19 para ayudar a controlar la enfermedad, al contrario, se ha estigmatizado la enfermedad y mucha gente por temor la oculta y se ocultan las causas de fallecimiento.
No estamos haciendo suficientes exámenes de laboratorio, única manera de identificar a las personas que tienen el virus y aislarla, así como investigar cuáles han sido sus contactos o personas con la que se ha relacionado a menos de 2 metros de distancia para que guarde cuarentena o esté separado al menos 3 metros de distancia del resto de su familia, durante 10 días, para poder cortar la cadena de transmisión de la enfermedad; no contamos con una campaña permanente educativa en la cual se promueva la participación activa de la población para prevenir y controlar esta epidemia y ahora que contamos con vacunas, que son partes de las medidas de prevención, éstas se mantienen almacenadas en vez de aplicadas en el hombro de una persona que tenga mayor riesgo por exposición, como los trabajadores de salud y de fallecer como son las personas con enfermedades crónicas.
Tener 335,000 dosis de vacuna contra la COVID-19 y no aplicarlas es una enorme oportunidad perdida, son vidas que no estamos protegiendo y muertes que no estamos evitando. Nuestro país tiene la capacidad de vacunar 11,500 personas diariamente, para que en un mes se cubra apenas una parte de la población que lo necesita y luego en los siguientes meses aplicar las segundas dosis, para quedar protegido contra la enfermedad según el porcentaje de eficacia de la vacuna, recordando que necesitamos llegar al 80% de la población, lo más rápidamente posible, para que nos sea más fácil el control de la epidemia.
La vacuna es un derecho humano, pero debe exigirse al gobierno que se vacune a la mayor cantidad de gente en el menor tiempo posible. Esto es solidaridad y amor real. El gobierno está obligado por ley a proteger la salud de la población nicaragüense.
Si demostramos nuestra capacidad de respuesta, estoy seguro, que países desarrollados que han comprado más del doble de vacunas que las que necesitan, las donarán a los países que demuestren ser eficientes y transparentes en el manejo de la pandemia, lo cual nos ayudaría a completar más rápidamente nuestras necesidades. Aprovechemos esta situación y no dejemos que se convierta en una oportunidad perdida.